miércoles, 3 de diciembre de 2008

Vuelve el odio

Una vez más. Un pseudohumano llegó a la plaza Ignacio de Loyola, en Azpeitia, se bajó del coche, apuntó con su pistola al empresario Ignacio Uría y apretó el gatillo, acabando en décimas de segundo con 70 años de vida.
Era una pseudopersona que dice ser de izquierdas y luchar por la libertad de su pueblo. Y esta es la manera en que ha decidido hacerlo. La diálectica de los puños y las pistolas, el tratar de vencer en lugar de convecer. El fascismo más duro y más rancio de los que se creen en posesión de la verdad absoluta, la que no admite discusión, la que ha de ser impuesta cueste lo que cueste.
Si lo que quieren es sembrar el mismo odio exhacervado que ellos profesan y la total incompresión hacia sus peticiones, están consiguiéndolo. Si lo que quieren es convencer a alguien de algo, hoy están más lejos que nunca de hacerlo.
No creo que sepan realmente lo que vale una vida humana, no creo que jamás se hayan parado a pensarlo, son psicópatas, asesinos, sin más. Qué puto asco de gente...

3 comentarios:

Jorge Martínez García dijo...

Se como eres y no te vere jamás
ciego sordo mas no mudo
solo un fanático mas

Algún día ha de llegarte tu fin
quiero estar allí, si!

El enemigo abita en tu interior
un paso atrás dentro de la evolución

Algún día ha de llegarte tu fin
quiero estar allí.

Solo una patria solamente un color
solo una creencia, una ley y un amor
crees que el infierno no esta echo para ti
crees tantas cosas pero yo no creo en ti
pobre infeliz.



No son personas,no son humanos,son una virulenta malformación en el transucurso de la linea evolutiva,un simple callejón sin salida destino a morir sin pasar a la historia como algo importante.Hijos de la Ira,escoria,ASQUEROSOS ASESINOS.

Luna Méndez dijo...

Me acabo de dar cuenta del texto de Miguel Hernández que tienes donde el título...es nuevo o mi empanada está conociendo límites extremos?

De cualquier manera, mola ^^

Brotestertor dijo...

Hay que apagar el televisor, dejar las noticias y enterarse únicamente de lo realmente imprescindible. Que ya lo decía el refrán de los ojos esos que no ven.